Oh,
la vida universitaria... No sé qué día de la semana es hoy, sólo sé que es 10
de febrero, del año 1355, pero qué más da eso. Siempre es un buen momento para
ir a tomarse unas cañas. Y aquí me encuentro, en una de las tabernas más
concurridas del centro de la ciudad de Oxford, en Inglaterra. Se trata de la
taberna Swindlestock, un garito que hace esquina en un cruce de caminos, por lo
que es un local que a menudo está lleno de gente, sobre todo estudiantes. Me
apoyo en la barra del bar, de madera al igual que el resto del recinto, repleta
de jarras medio vacías, y saludo al tabernero con un movimiento de mi cabeza y
alzando mi dedo índice, señalándole que quiero pedir. John Croidon es un hombre
de mediana edad, algo panzudo, quizás un poco recio, pero a mí siempre me ha
parecido un camarero atento. Me indica con su mano que espere un instante. Alza
su pescuezo intentando elevar su calva por encima de las cabezas de los
presentes, como si quisiera fijarse en una de las mesas en concreto. Parece que
los que la ocupan se están pasando de escandalosos. Pero en fin, el garito está
lleno, ya es algo tarde, y los estudiantes ya llevamos bastantes pintas encima.
Yo incluso empiezo a estar algo mareado.
-¿Otra,
joven?
-La
penúltima, John -respondo al tabernero cuando por fin puede atenderme.
Inscripción que recuerda la ubicación de la taberna Swindlestock, hoy una oficina del banco Santander |
La
universidad de Oxford goza de ser la más antigua universidad de habla inglesa
en el mundo. Hay evidencias de enseñanza ya en el siglo XI. Su importancia ha
ido creciendo debido al gran incremento de estudiantes que año a año han visto
sus aulas. Gran culpa de esto la tuvo el rey Enrique II de Inglaterra, cuando
en el año 1167 prohibió que los ingleses acudieran a estudiar a París. A partir
de esta ordenanza, Oxford evolucionó hasta convertirse en una universidad de
incomparable prestigio. En un principio, los lugareños agradecieron que esto
fuera así, pues con la masiva llegada de estudiantes, mejoró la economía. Las
posadas se llenaban de alumnos extranjeros, los bares amontonaban barriles de
alcohol vacíos... Pero poco a poco a las ventajas de reunir a tanto joven
comenzaron también a sumarse los inconvenientes.
-¡Esta
cerveza sabe a mierda!
-Asqueroso
garrafón, macho -añade uno de los jóvenes de la mesa alborotada a la queja de
su compañero, tras escupir su último trago al suelo de madera.
John
los mira sin intervenir de momento. Creo que se teme lo peor, y eso que ser el
dueño de una de las tabernas más exitosas de Oxford ya lo tiene acostumbrado a
lidiar con todo tipo de borrachuzos, especialmente jóvenes estudiantes.
Esto
no viene de ahora. Fue en el año 1209 cuando uno de estos altercados más o
menos comunes resultó ser tan grave que incluso la universidad fue cerrada
durante cinco años. Dos estudiantes fueron acusados de violación. No salieron
vivos de aquí.
Tomo
asiento en una de las pocas mesas que aún permanecen libres, lejana a esa otra
en la que parece estar caldeándose el ambiente excesivamente. Le pego un sorbo
a mi jarra y degusto la cerveza. No sé, a mí me parece que está buena, y me
considero un experto en esto de la birra. Podría decirse que mi carrera es la
de bebedor de espumosas. Matrícula de honor, vamos. Me fijo en los parroquianos
que continúan pegando gritos que provocan que el resto de los presentes se
giren alarmados. Los dos estudiantes que no paran de quejarse de la calidad de
sus bebidas son Walter Spryngeheuse y Roger de Chesterfield. Comparten mesa con
un grupo de sacerdotes, otros que también viven de puta madre los cabrones. Es
algo común que los estudiantes y los clérigos hagan buenas migas. La Iglesia
sabe de la gran importancia social que tiene la universidad, por lo que
últimamente se ha esforzado en crear lazos con ella, surgiendo una corriente
muy curiosa centrada en la reconciliación entre filosofía y teología.
-¡Tabernero!
Estas bebidas son una basura -recrimina Walter incorporándose, para lo cual se
apoya en el respaldo de su silla intentando guardar el equilibrio, ya menguado
por una larga lista de bebidas definida por la cantidad de jarras vacías que
acumulan sobre la mesa.
-Si
no os gusta lo que os sirvo, ya podéis iros a tomar por el culo -responde John,
quien no escatima en utilizar un soez lenguaje.
-Cuidado
con lo que dices, viejo -amenaza Roger, quien también se levanta, asiendo su
jarra, en la que poco contenido queda, a pesar de sus quejas.
Walter
se abre paso entre los presentes, tambaleándose hasta que tropieza con mi mesa.
Se apoya en mi hombro con camaradería al distinguirme como otro estudiante.
-Pura
mierda, ¿verdad, amigo? Esto no hay quien lo beba -me dice, gritando para que
todos lo escuchen-. Vamos, díselo tú también. ¿A que esto no es cerveza? Esto
es orín de perro. ¡Orín de perro, tabernero! ¡Díselo!
-Yo...
yo es que soy de letras, je, je, je -respondo, intentando no meterme en la
trifulca que se está originando.
Afortunadamente
Walter se aleja de mí y continúa moviéndose por el local, aumentando la
grosería de sus reclamaciones. Roger ríe y le vitorea, mientras los clérigos
permanecen quietos sin intervenir.
-¡Basta!
¡Largo de aquí, bufones! Volved con vuestros putos libros -grita John, saliendo
de la barra y señalándoles la puerta con su enorme mano.
Pero
la cosa pasa a mayores cuando Roger lanza su jarra con gran fuerza, impactando
en la cabeza de John, quien a parte de quedar empapado por la cerveza que aún
quedaba en el recipiente, tiene que apoyarse de nuevo en la barra y ser ayudado
por algunos de los lugareños para no caer. Esa hostia con la jarra no hace más
que desencadenar la lucha que tanto tiempo tanto estudiantes como lugareños
mantenían retenida, alimentada por los continuos enfrentamientos. Algún
puñetazo cae ya, además de empujones y amenazas. Inmediatamente por la puerta
salen corriendo tanto universitarios como vecinos, tomando diferentes
direcciones, pero ambos grupos dirigiéndose al mismo objetivo: llamar a las
armas a los suyos.
Oxford Pageant Official Postcard |
Como
si de una guerra entre ejércitos se tratara, pronto las calles comienzan a
convertirse en un campo de batalla en el que se enfrentan estudiantes y
vecinos, todos ellos fuertemente armados. Yo me quedo en la puerta del
Swindlestock, intentando pasar desapercibido. Al cabo de unos minutos, distingo
a John de Bereford, alcalde de Oxford, cruzando la calle a toda prisa, mientras
algunos guardias parecen informarle de la situación mientras le persiguen
gesticulando. Está claro que el alcalde no quiere perder ni un segundo, pues
sabe que la noche puede complicarse mucho. Intento ir tras ellos, alcanzando a
escuchar que las intenciones de John de Bereford son las de hablar con el
canciller de la universidad, Humphrey de Cherlton, para poner fin a esta
disputa con el arresto de los dos estudiantes que parecen haber provocado este
jaleo. Cuando llegan a la universidad y entran, opto por quedarme a las
puertas, ocultándome en las sombras que la noche ya ofrece en los callejones de
esta ciudad, hoy desmadrada. Sin embargo, el alcalde no tarda en abandonar el
recinto, si cabe con más rapidez que con la que entró. Acto seguido, las
campanas de la iglesia del campus, la iglesia de Santa María, comienzan a
sonar. Están llamando a los estudiantes a las armas. Esto se pone muy feo. En
las calles los ruidos de las peleas se acrecentan, y poco después, a las
campanadas de la iglesia de Santa María se unen otras, las de la iglesia de San
Martín. Estas llaman a los vecinos a la misma causa: luchar.
La
que se está liando aquí no es pequeña. En un principio parece que la contienda
está a favor de los universitarios, pues de momento su número es bastante superior.
Esto es algo que John Croidon también percibe. Lo veo al final de la calle,
armado con un gran cuchillo. Gesticula ordenando a los hombres que lo acompañan
que le sigan, y pone dirección a los campos. Sin duda su idea es reclutar a más
lugareños para enfrentarse a esos malditos estudiantes que últimamente les
traen más problemas que beneficios. Algunos cuerpos empiezan a verse en los
caminos. La cosa se pone bastante complicada, pero, en fin, yo me tengo que ir.
Mañana tengo examen.
Universidad de Oxford en la actualidad |
Hoy en día, como única testigo superviviente de aquella noche, se alza en el centro de Oxford, constituyendo su núcleo, la Torre Carfax, la única parte hoy en pie de la antigua iglesia de San Martín.
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