Yo
no comprendo de qué material está hecha esta gente. ¡Qué frío
tengo, joder! Y aquí veo a tipos en mangas de camisa tan tranquilos.
Creo que poco más que la nariz me queda al descubierto, y la helada
brisa que proviene del mare nostrum balticum me congela hasta
los mocos. He cogido todo lo que he pillado. Gruesas prendas de lana,
pieles... Y en mi mano no llevo más que una simple herramienta de
labranza que un campesino me ha prestado. A pesar de ello, hoy soy un
soldado del ejército sueco. Sí, un soldado.
Sten Sture el Viejo |
Hoy
es 10 de octubre del año 1471. Estoy en el centro de Estocolmo, que
a pesar de ello se ubica cerca de la irregular costa. Algo más al
sur, se encuentra el motivo por el que Suecia ha tenido que
configurar este ejército de granjeros y mineros del que ahora formo
parte. Los daneses, bajo el mando del rey Cristián I, han
desembarcado en nuestras costas. Los moradores del castillo de Tre
Kronor, quizá los primeros que vieron cómo se acercaban, debieron
de acojonarse bastante al contar hasta setenta y seis barcos
provenientes del puerto de Copenhague. Contando sólo con unos
cuatrocientos soldados profesionales, el virrey de Suecia, Sten Sture
el Viejo, se ha visto obligado a reclutar casi forzosamente a todos
los habitantes válidos para la batalla. Y aquí estamos.
-Rey,
no virrey -me espeta mi compañero de filas, un enorme barbudo que me
clava su enfadada mirada mientras empuña el mango de su azadón,
amenazando casi con rompérmelo en las costillas por mi osadía.
Rey,
rey. Si es que aquí está todo el jaleo del asunto. Hace setenta y
cinco años, Margarita I de Dinamarca logró consolidar el proyecto
de reino nórdico que venía cavilándose desde hacía tiempo. Por
medio de la Unión de Kalmar, las monarquías de Dinamarca, Suecia y
Noruega se fusionaron bajo su persona, pretendiendo formar un
poderoso reino escandinavo. Desde luego, pequeño no es, puesto que
con Dinamarca, los territorios de Suecia que incluyen las Islas
Feroe, Islandia y Groenlandia, y los dominios de Noruega, que abarcan
Finlandia, aquí arriba nos hemos juntado con unos tres millones de
kilómetros cuadrados de superficie. Un buen cacho. Pero desde el
primer momento existieron muchos recelos, sobre todo por parte de los
suecos, a quienes no les hacía nada de gracia que Dinamarca tuviera
tanto liderazgo en esta unión. Y la cosa no ha hecho más que
empeorar. Finalmente, Cristián I de Dinamarca ha decidido venirse a
Suecia a frenar esta amenaza que surgió tras la muerte del rey sueco
Karl Knutsson, Carlos VIII, el año pasado, cuando aquí se nombró
regente a un miembro de la familia Sture, una de las más partidarias
del antiunionismo.
Y
supongo que el rey danés viene animado, puesto que sus cinco mil
soldados, resultantes de la suma de sus tres mil guerreros daneses
más dos mil caballeros alemanes, mercenarios, parece que se pasearán
ante cuatrocientos soldados suecos. Sin embargo, no cuentan con que
los campesinos de este país tienen muy mala hostia, y Sten Sture ha
logrado reclutar a unos diez mil. Dentro del arsenal de armas que me
ofrecían, compuesto por aperos de labranza o picos de las minas, he
optado por una herramienta que me parece la caña. Una tornadera, que
no es más que una horca de dos puntas. Me gusta, creo que con
llevarla elevada ante mí me bastará para que cualquier danés loco
que me venga a joder acabe ensartado en ella.
Detalle del óleo anónimo del siglo XV en el que se ve a Cristián I |
Cómo
mola el idioma sueco, me gustaría aprenderlo bien. No entiendo mucho
lo que nos dicen, pero todo parece indicar que nuestro frente se va a
dividir en tres grupos, liderados por el propio Sten, su hermano
Nils, y otro caudillo llamado Knut Posse. Poca complicación supone
nuestro plan, sencillamente les rodearemos por diferentes flancos
para atraparlos desprevenidos. Nos dirigimos hacia el campo de
batalla, y yo termino en el pelotón de Nils Sture. Nosotros nos
dirigimos al bosque norte. Conocedores del terreno, no nos cuesta
nada aprovechar la frondosidad de estos bosques para ocultarnos entre
los árboles a la espera de nuevas órdenes. El grupo del rey se va
en dirección oeste, mientras que los que acompañan a Knut se
organizan en la ciudad. Entre la vegetación llego a ver a los
daneses, confiados, pero en estado de alerta, observando en todas
direcciones al no encontrarse en terreno conocido. Una oleada de
gritos furiosos rompe el silencio, señal inequívoca de que Sten ha
iniciado el ataque con los suyos. El primer enfrentamiento pilla por
sorpresa a los daneses. A nosotros nos piden esperar. Tal ha sido la
ferocidad del primer ataque que incluso la defensa real danesa no
puede evitar que los suecos alcancen al mismísimo rey Cristián. Un
certero disparo de uno de los cañones suecos hace saltar por los
aires parte del arsenal danés, cayendo el rey Cristián hacia atrás
llevándose las manos a su ensangrentado rostro, alcanzado por
astillas que desfiguran su cara. Varios de sus hombres lo cogen en
volandas intentando escapar a un lugar más seguro.
Los
ejércitos de Dinamarca, que aun contando con menos soldados son
profesionales, poco a poco consiguen alcanzar cierto nivel de
organización tras el primer ataque inesperado, por medio de órdenes
gritadas aquí y allá. Es el momento que aprovecha Nils para
indicarnos que nuestra hora ha llegado. Salimos como locos de entre
los árboles moviendo nuestras armas como si verdaderas espadas
fuesen, cuando no son más que herramientas. Yo llevo mi tornadera en
horizontal y así la voy a mantener. Una técnica un poco cobarde,
pero seguro que útil. Knut y los suyos también se han lanzado a la
lucha viniendo desde la ciudad, y penetrando entre las filas danesas
con gran efectividad. Estoy rodeado de gente. Afortunadamente me
resulta sencillo diferenciar a enemigos de aliados. Los de chulos
uniformes y armas de verdad son los malos. Los andrajosos con aperos
de la huerta son los míos. En cualquier caso, mi más heroico acto
ha sido pinchar en el culo a un alemán con mi horca. Ni mucho menos
me lo he cargado, pero el tío se ha tirado al suelo gritando como
una niña con dos ojetes más que el que traía de serie. Al menos en
algo colaboro. Knut Posse sí que controla. Veo cómo pelea con
valentía manchando su espada con sangre danesa, atreviéndose a
enfrentarse a varios a la vez. Tras mucho aguantar, tres o cuatro
soldados enemigos consiguen acabar con él.
Pero
nosotros avanzamos aunque sea a duras penas. Nuestro número y
nuestros cojones consiguen ir desmontando la defensa de los de
Dinamarca. Poco a poco comienzan a huir. Y su vía de escape no es
otra que el puente que enlaza con la isla de Käpplingen. Pronto
sobre el puente se aglomeran los daneses como hormigas, y los hombres
de Sten, continuando con esta táctica tan obvia, pero a la vez
efectiva, optan por lo fácil. A tomar por saco el puente. Las
heladas aguas de nuestras costas son una efectiva arma que acaba con
cientos, casi diría miles de soldados enemigos. Sumados a los caídos
durante la batalla, son demasiados. Pronto empiezo a ver cómo los
restantes acaban rindiéndose y siendo capturados.
Esto le dará mucho prestigio a Sten Sture el Viejo, a quien veo ahora de rodillas, dirigiendo unas plegarias a San Jorge, en agradecimiento por su victoria. Pero ni mucho menos solucionará el problema de la Unión. Sólo será una de muchas batallas. A esto le queda para rato.
Esto le dará mucho prestigio a Sten Sture el Viejo, a quien veo ahora de rodillas, dirigiendo unas plegarias a San Jorge, en agradecimiento por su victoria. Pero ni mucho menos solucionará el problema de la Unión. Sólo será una de muchas batallas. A esto le queda para rato.
Monumento a Sten Sture en Upssala. Suecia |
En la web de la Ecyclopædia Britannica tenemos más información sobre Sten Sture, The Elder.
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