No podía perdérmelo. Hoy es día 2 de junio del año 17 antes de Cristo. Y unos juegos que sólo tienen lugar cada 110 años, deben de ser unos muy espectaculares juegos. Siempre es un placer poder asistir a una celebración en honor a los antiguos dioses de Roma, y me parece muy mal que esto vaya a perderse dentro de unos dos o tres siglos, con la llegada de los aburridos emperadores cristianos. Estos sí que se lo sabían pasar bien. César Augusto ha recuperado esta tradición que llevaba un tiempo olvidada, y que nació hace un par de siglos, puede que más, cuando un sabino llamado Valesio, oró pidiendo que sus hijos se recuperasen de las graves enfermedades que padecían. Según la mitología, las deidades le solicitaron realizar un sacrificio en el Campo de Marte. La tradición ha evolucionado y en estos Ludi Saeculares llevamos dos días sacrificando animales a los dioses, y todavía nos queda mañana. Ahora os cuento.
Campo de Marte. Roma |
Antes de ayer por la noche se sacrificaron nueve corderos hembra, y nueve cabras hembra, en honor de las Moiras, las personificaciones del destino. Ayer durante el día los elegidos para el sacrificio fueron dos toros, en honor a Júpiter. Y es que el padre de los dioses entiende de cuernos. Anoche las ofrendas se dirigieron a Ilitía, la diosa de los nacimientos y las comadronas, y que por lo visto cae bien entre esta gente, porque se le entregaron nada más y nada menos que veintisiete pasteles llamados libum. Qué golosa. Hoy me he tirado toda la mañana al sol en la Colina Capitolina, así que he aprovechado para broncearme, a ver si consigo ese moreno gladiador que tanto pone a las romanas. Me lo permite llevar los brazos al descubierto, pues mi indumentaria consiste en una cómoda túnica blanca, con una toga de lana del mismo color sobre ella, atuendo típico de esta época. El estilo de la gens togata. Las corrigia de mis sandalias me aprietan un poco, pero por lo demás, todo bien. Se han sacrificado dos vacas a la diosa Juno, para que no discuta con su esposo Júpiter. Al caer la noche, siguiendo las indicaciones de un heraldo que iba voceando el programa de las fiestas, nos hemos dirigido al norte, más allá del muro de Servio Tulio, hacia el emplazamiento del sacrificio de esta noche, el Campo de Marte. Vi aparecer el Sol esta mañana más allá del monte Pincio, y acabo de verlo esconderse soltando sus últimos rayos sobre las aguas del río Tíber, creando hermosos reflejos en el meandro que discurre por Roma. Ahora es el turno de Tellus, diosa de la Tierra, para la que se ha dispuesto la ofrenda de una cerda embarazada, creo.
-Sí, se sacrificará una cerda embarazada -me aclara un ciudadano que camina junto a mí, al que le pregunto para asegurarme.
-Una cerda embarazada -repito, asintiendo.
Una romana que pasaba a mi lado, entrada en carnes, me mira mal.
-U, un cerdo hembra -digo, tragando saliva y recogiéndome la toga, nervioso.
La mujer se adelanta dirigiéndome una mirada fulminante, mientras yo me pierdo entre la muchedumbre, parecía pudiente, o así lo denotaba su cuidadísimo recogido en el pelo, un excelente trabajo de sus esclavas ornatrices. Veo muchos aldeanos portando sacos de cebada, trigo o habas, propias de este tiempo, para añadir a las ofrendas de la diosa. El protocolo de los ritos viene siendo idea de Augusto, quien esta mañana estaba acompañado de su sobrino Agripa, pero que prefiere dejarse ver él solo durante los rituales nocturnos. Bebida y comida en la ciudad de Roma no faltan en esta celebración religiosa que no se repetirá hasta dentro de 110 años, como símbolo de la edad considerada máxima para un hombre.
Mañana los dioses que recibirán sus sacrificios serán Diana, diosa de la caza, y Apolo, dios del Sol. Otros golosos que prefieren los pasteles. El lugar elegido será el monte Palatino. Sigo escuchando a los heraldos invitándonos a disfrutar de estos Ludi Saeculares, asegurando que son una fiesta que sólo se ve una vez en la vida. ¡Venga ese cántaro de vino!
-Sí, se sacrificará una cerda embarazada -me aclara un ciudadano que camina junto a mí, al que le pregunto para asegurarme.
-Una cerda embarazada -repito, asintiendo.
Una romana que pasaba a mi lado, entrada en carnes, me mira mal.
-U, un cerdo hembra -digo, tragando saliva y recogiéndome la toga, nervioso.
La mujer se adelanta dirigiéndome una mirada fulminante, mientras yo me pierdo entre la muchedumbre, parecía pudiente, o así lo denotaba su cuidadísimo recogido en el pelo, un excelente trabajo de sus esclavas ornatrices. Veo muchos aldeanos portando sacos de cebada, trigo o habas, propias de este tiempo, para añadir a las ofrendas de la diosa. El protocolo de los ritos viene siendo idea de Augusto, quien esta mañana estaba acompañado de su sobrino Agripa, pero que prefiere dejarse ver él solo durante los rituales nocturnos. Bebida y comida en la ciudad de Roma no faltan en esta celebración religiosa que no se repetirá hasta dentro de 110 años, como símbolo de la edad considerada máxima para un hombre.
Mañana los dioses que recibirán sus sacrificios serán Diana, diosa de la caza, y Apolo, dios del Sol. Otros golosos que prefieren los pasteles. El lugar elegido será el monte Palatino. Sigo escuchando a los heraldos invitándonos a disfrutar de estos Ludi Saeculares, asegurando que son una fiesta que sólo se ve una vez en la vida. ¡Venga ese cántaro de vino!
Friso del altar de Domicio Enobardo. Anónimo. Siglo I antes de Cristo |
Recientemente descubrí esta página sobre la Antigua Roma, muy interesante.
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