Desconfianza ante la muerte de Valentiniano II


Hace un buen día en Vienna, en esta zona de la Galia, en estas tierras occidentales del Imperio. No hace mucho que el sol salió entre los montes y ya calienta con fuerza, a pesar de que ahora camino a la sombra de los enormes pinos que rodean el campamento. En el cielo azul apenas se aprecian unas sedosas nubes que tejen un velo casi transparente. Los vencejos cruzan veloces por encima de nuestras cabezas luciendo su oscuro plumaje y exhibiendo sus puntiagudas alas, chillando con un agudo canto que a pesar de todo no resulta molesto. La noticia que desde que amaneciera está recorriendo toda la región nos ha dejado a todos mudos. El joven emperador Valentiniano II, de tan solo veintiún años, ha sido encontrado ahorcado en su propio tablinum, en la residencia que en esta ciudad tiene.

San Ambrosio y el emperador Teodosio. Rubens. 1615. Kunsthistorisches Museum. Viena

Apenas contaba diecisiete años cuando Valentiniano II ya reunía un amplio historial de traumáticas vivencias. A la muerte de su padre, Valentiniano I, a sus cuatro años de edad, fue proclamado emperador del Imperio de Occidente junto a su hermanastro Graciano, de dieciséis. En el año 383 surge la figura del exitoso militar hispano Magno Clemente Máximo. Tal fue su victoria en Britania al mando de las tropas romanas frente a un temeroso contingente bárbaro, que sus propios soldados lo siguieron con plena fidelidad incluso cuando decidió derrocar al propio Graciano. Cuando logró darle muerte, las tropas lo proclamaron emperador. Durante los años siguientes llevó a cabo una feroz campaña mediante la que no tardó en cruzar los Alpes para presentarse a las puertas de Milán. Valentiniano II huyó junto a su madre Justina hacia el este, refugiándose en la corte del emperador de Oriente, Teodosio I, a quien solicitaron ayuda. En el año 388, en una batalla a orillas del río Sava, Magno fue derrotado y Teodosio devolvió a Valentiniano el trono de la Roma occidental.

Gran cantidad de soldados permanecen en disciplinada formación a la espera de nuevas órdenes. Forman el ejército de Valentiniano, pero todas esas miradas flanqueadas por las metálicas paragnátides permanecen fijas en el hombre cuyas órdenes obedecen. Flavio Arbogastes, enfundado en el lujoso uniforme reservado a su recientemente estrenado cargo, parlamenta con varios oficiales. Una larga capa de color púrpura cae por su espalda, y cuando se da la vuelta observo una hermosa coraza pectoral sobre una túnica laminada corta de color blanquecino. El magister militum parece estar ultimando los preparativos para el inicio de la campaña de Panonia.

Valentiniano II. Siglo IV.
Museo Arqueológico. Estambul
El cuerpo del joven emperador aún se tambalea, colgado de la soga, ya frío y rígido. Ante tal escena la primera conclusión resulta evidente, pero a medida que el soleado día avanza, nuevas hipótesis empiezan a escucharse, levemente susurradas. La hostilidad entre Arbogastes y el emperador ha sido siempre conocida por todos, y desde hace algún tiempo, sus discrepancias acerca de la respuesta ante la invasión de los pueblos godos habían suscitado graves discusiones. La más fuerte tuvo lugar anoche. Además, la lealtad que Arbogastes debería brindar al emperador de Occidente en muchas ocasiones ha brillado por su ausencia o, lo que sin duda es peor, ha sido dirigida a otra figura. Hoy es día 15 de mayo del año 392. Camino junto a las filas de soldados hasta que me topo con Eugenio, un hombre canoso, de rostro inteligente, que esconde sus reflexiones bajo un gesto pensativo. Se trata de un simple profesor de gramática, pero aquí todo el mundo lo conoce por su estrecha relación con Arbogastes. Y a él se acerca mientras yo decido alejarme poco a poco de la villa. Una sonrisa se escapa del experimentado militar. Nadie parece demasiado preocupado por la muerte del emperador.

Batalla del Frígido. Johann Weikhard Von Valvasor. 1689

Del corto y turbulento reinado de Valentiniano II conservamos un breve vestigio, especialmente concentrado en la numismática.

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