La batalla de Ishibashiyama

Las espadas que por aquí se forjan tienen su propio nombre, pues por las características que las convierten en las armas cortantes más eficientes del mundo son en muchos aspectos completamente distintas a los aceros occidentales. Creo que se conocen como nihontō, un término que se ha popularizado gracias a El cantar del nihontō, un poema de Ouyang Xiu, escritor de la dinastía china Song, que no he tenido el placer de leer. Sea como fuere, durante estos días casi a cada instante escucho el silbido de un shinogi rozando su vaina. Las espadas permanecen manchadas de sangre porque las batallas no cesan. Hoy es 14 de septiembre de 1180 y, aquí, en las montañas de Hakone, se está fraguando un nuevo conflicto de las guerras Genpei.

Portrait Of Minamoto no Yoritomo. Fujiwara Takanobu

En estos escarpados pasos, no muy lejanos al sagrado monte Fuji, unos trescientos hombres nos encontramos en esta lluviosa noche, intentando acomodarnos en este campamento provisional cuyo único uso será el de cobijar nuestra reunión. El líder que ha convocado este llamamiento no es más que un muchacho que acaba de alcanzar la edad adulta. Minamoto no Yoritomo no ha querido demorar ni un segundo más la espera que sufre desde hace veinte años, cuando su familia fue asesinada a manos del clan Taira durante la rebelión Heiji. Dicen que Yoshitomo, el padre del chico, fue traicionado mientras tomaba un baño en un onsen cerca de Kioto, jurando que habría acabado con los traidores si tan solo hubiese tenido a mano un simple bokutō. A día de hoy, aquel juego de traiciones en torno a la figura del emperador Go-Shirakawa Tennō continúa vigente.

-¿Dónde se han metido esos soldados Miura? -pregunta enfadado el joven.

-No pueden llegar hasta aquí -informa uno de los hombres haciendo una respetuosa reverencia-. El río se ha desbordado.

Aún son muchos los que desconfían de Yoritomo, por lo que aunque ese grupo logre atravesar el Sakawa y unirse a nosotros, seguiremos siendo muy pocos efectivos. No obstante, poco a poco nuestro ejército aumenta a medida que los clanes responden a la llamada de este valiente muchacho que busca impulsar de nuevo a los Minamoto. Además, los acontecimientos protagonizados por los Taira en los últimos meses han despertado la rebelión. Varios santuarios del sur han sido devastados con la intención de apagar cualquier mínimo intento de apoyo a la revuelta. Los monjes guerreros soportaron los potentes asedios haciendo uso de las artes marciales en las que profundamente están entrenados, aguantando hasta que la inferioridad numérica pudo con ellos. En este momento, el número es el principal arma de nuestro enemigo.

-Cuántos -pregunta Yoritomo llevando su mirada a lo alto, comprobando que la lluvia arrecia.

-Tres... tres mil -sentencia el soldado, balbuceando la cifra asustado.

Enseguida comienzan a escucharse los aterradores sonidos que delatan que un ejército a caballo se acerca. Yoritomo hace la señal que nos indica que montemos. A toda prisa los soldados saltan sobre los corceles. Mientras me subo al mío con dificultad debido a que estas faldas de la armadura llamadas kusazuri apenas me dejan abrirme de piernas, observo a un compañero ajustándose el kabuto, el yelmo de placas de cuero que utilizamos. Trago saliva abriendo y cerrando mis manos, estirando mis dedos para acostumbrarme a los kote, los guanteletes, y preparándome para cabalgar hacia el rugido de la batalla. Cuando me dispongo a azuzar al caballo, un nuevo estruendo se escucha a nuestra espalda. Varios soldados tiran de las riendas deteniendo a las monturas, obligándolas a girar. Otro destacamento nos ataca desde la retaguardia. Estamos rodeados.

La fugaz claridad que aportan los relámpagos únicamente sirve para aumentar el terror de comprobar que con cada rayo nos vemos más acorralados. La fuerte lluvia no me permite ver nada a mi alrededor, y opto por escabullirme con dirección al mar. Los cuerpos de los caídos ya comienzan a cubrir el barro. Cuando desciendo por las colinas, detengo al caballo entre unos cipreses descubriendo en un claro a varios hombres. Distingo entre ellos a algunos jinetes que formaban parte de las filas de los Taira. Sin embargo, alcanzo a escuchar entre los continuos truenos cómo prometen no delatar el escondite de Yoritomo. Oculto en el hueco de un viejo árbol, el joven asiente con su cabeza agradeciendo la fidelidad. Sabe que esta noche ha sufrido una derrota. Pero como la tormenta que nos cubre en este instante, pronto verá su fin y llegará la calma.

Autumn Moon At Ishibashiyama. Utagawa Kuniyoshi

En este programa de Histocast, se comenta una... curiosa batalla que tuvo lugar poco después que la aquí narrada, en este mismo contexto.

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