No
sé ni dónde estoy, la verdad. Por más que me lo han explicado me
cuesta entenderlo, y yo creo que hasta los propios habitantes de esta
aldea costera tienen dudas. Hace algo más de un siglo, Guillermo el
Taciturno se convirtió en príncipe de Orange, un territorio del sur
de Francia que daría origen a una nueva rama de la Casa de Nassau,
la Casa de Orange-Nassau. Además de este título, heredó unos
territorios de los Países Bajos, y fue en ellos donde dio un giro a
su política, transformando su lealtad al dominio español de los
Habsburgo, en rotunda rebelión, lo cual le llevó a su final, siendo
asesinado por orden de Felipe II de España, que ofrecía veinticinco
mil coronas por su cabeza. ¿Y a qué viene esto? Pues a que esa
rebelión dio lugar a la Guerra de los Ochenta Años, durante la
cual, por medio del acuerdo de 1579 conocido como la Unión de
Utrecht, nacieron las Provincias Unidas, un estado republicano
formado por las siete provincias del norte de los Países Bajos:
Frisia, Groninga, Güeldres, Overijssel, Utrecht, Zelanda y Holanda.
En esta última me encuentro, en la ciudad de La Haya. El lugar que
se convertirá en icono de la justicia, verá hoy, día 20 de agosto
del año 1672, un episodio tan cruel, grotesco y sanguinario que
provocará su vergüenza para el resto de la Historia.
Johan de Witt. Adriaen Hanneman. Siglo XVII |
La
noche es oscura. Si hay nubes ocultando la luna y las estrellas,
tampoco se ven. Sólo el color negro pinta el firmamento. Camino
despacio por una estrecha calle, a una distancia prudencial con
respecto al personaje al que voy siguiendo. Se trata de un hombre de
cuarenta y seis años, de frondosa melena encrespada, vestido con una
chaqueta negra que recuerda mucho a la toga de abogado que tanto
vistió durante su ejercicio para la firma Frans van Schooten, antes
de dedicarse de lleno a la política. Los tacones de sus zapatos
provocan en este solitario callejón un ritmo irregular, pues sus
pasos no son firmes, sino que cojea levemente debido al último
atentado que sufrió contra su persona, el pasado mes de junio, y del
cual aún se está recuperando. Por fin, tras unos minutos, el en
estos momentos líder político de las Provincias Unidas, llega a su
destino, la prisión de Gevangenpoort, traducido como la puerta de
la cárcel. Me quedo prudentemente a unos metros, aprovechando
las sombras de una esquina, observando cómo el político habla con
el funcionario que sale a recibirle. Viene a buscar a su hermano,
quien hoy será puesto en libertad tras pasar algún tiempo en esta
prisión, famosa por albergar las mazmorras en las que las más
despiadadas torturas están a la orden del día.
El
personaje al que he seguido no es otro que Johan de Witt. Su
brillante carrera como abogado, estadista y político le llevó a
obtener el puesto de mayor categoría en las Provincias Unidas en el
año 1653: el de Gran Pensionario. Y es que siendo el oficial de
mayor rango en la provincia dominante, Holanda, sólo tenía por
encima al estatúder, al príncipe de Orange. Y habiendo muerto
Guillermo II de Orange-Nassau, siendo su hijo apenas un bebé, De
Witt se encontró con casi total autoridad para fomentar su
republicanismo, la que sería la base de su acción política. Con el
Tratado de Wetsminster de 1654, firmó la paz con Inglaterra creando
un anexo secreto con ayuda de Oliver Cromwell que prohibía que el
hijo de Guillermo II pudiera ser nombrado estatúder, cosa que
también beneficiaba al británico, quien consideraba que los
Orange-Nassau eran contrarios a sus planes. Lo cierto es que De Witt,
esforzándose en todo momento en suprimir los poderes del príncipe y
de la casa real, ha alternado siempre dicha tarea con la gestión
económica del estado, y no de mala manera, pues su destreza en las
finanzas le ha llevado a convertir a las Provincias Unidas en una de
las más poderosas potencias mercantiles de esta época. Pero el que
será Guillermo III, aquel bebé, hoy es ya un adulto, y lleva ya
años intentando recuperar el puesto de estatúder con ayuda de la
corriente que en torno a él se ha despertado, los orangistas. El
puesto le pertenece, pero sólo por nacimiento. De Witt ha alcanzado
el liderazgo por méritos propios y de hecho no lo ha hecho mal.
Curioso debate, ¿no? Lo que está claro es que las cosas están
calientes, sobre todo desde hace cinco años, cuando de cara a la
mayoría de edad del muchacho, se emitió el conocido como Decreto
Eterno, o Decreto Perpetuo, que declaró que el Almirante General de
los Países Bajos, puesto que sí ocupa Guillermo, no podría ser
nunca estatúder de ninguna provincia.
Actualmente,
las Provincias Unidas se encuentran en mitad de una guerra con
Inglaterra, apoyada por la potente armada francesa. Johan de Witt ha
demostrado que su inteligencia no se centra sólo en la economía,
sino también en el arte bélico, y ha cosechado importantes
victorias comandadas por su gran amigo, el Teniente Almirante Michiel
de Ruyter, defendiendo con gran éxito la costa. Desde hace un
tiempo, De Witt se ha mostrado dispuesto a las negociaciones con
Inglaterra y Francia, siempre encaminadas a favorecer su
republicanismo, mientras que poco a poco ha crecido la discrepancia,
alentada por los orangistas, optando por considerar que la guerra es
inevitable, y que hay que prepararse para la batalla. Un conflicto al
que quieren ir con Guillermo III a la cabeza.
Estatua de los hermanos Johan y Cornelio en Dordrecht, Holanda |
Continúo
en las sombras del callejón, abrochándome los botones de mi
chaquetón que hasta ahora llevaba abiertos, pues la noche refresca.
Finalmente veo cómo de nuevo hay movimiento en la prisión. Johan y
su hermano mayor, Cornelio, quien también es uno de sus más hábiles
socios en política, además de un valeroso soldado que ha luchado en
las más importantes batallas de los últimos años, parecen
prepararse para abandonar la cárcel. La influencia de los orangistas
lleva algún tiempo ganando fuerza, y Cornelio se vio afectado por
falsas acusaciones de traición que le llevaron a ser arrestado. Sin
embargo, por una de las calles colindantes aparece un grupo de
hombres, no llego a ver cuántos, que parecen tener claras
intenciones de liarla. Pronto deduzco que, lejos de ser una simple
banda de escandalosos, constituyen una cuadrilla perfectamente
organizada para llevar a cabo la operación que pretenden, y que bien
estudiada traen. No soy el único que lo interpreta así, pues los
hermanos De Witt se paran en seco al verlos acercarse, paralizados
por el miedo. Algo me dice que no les sorprende este desenlace.
-Goedenacht,
broeders -saluda en neerlandés con una sonrisa irónica uno de
los hombres.
Acto
seguido, el que acaba de hablar saca de entre sus ropas una pistola
de llave de chispa, ya perfectamente preparada para su cometido. Sin
añadir ni una palabra más, aprieta el gatillo. La nube creada por
la pólvora se desvanece y me permite ver a Johan cayendo sobre sus
rodillas. Intenta respirar, pero su boca se llena de sangre que cae
mediante hilillos escarlata por las comisuras de sus labios. Se lleva
su mano al cuello, donde ha recibido el disparo, y pronto se baña de
sangre, antes de caer hacia adelante desplomándose. Cornelio es
sujetado por dos hombres cuando se disponía a atender a su hermano,
mientras un tercero, provisto de un puñal de gran hoja, acuchilla
con fuerza su estómago en repetidas ocasiones.
Tras
la inquietud de los primeros momentos, se desata una imparable sed de
sangre. Johan agoniza en el suelo mientras varios hombres se ensañan
a patadas con su cuerpo inmóvil. Cornelio es soltado por los hombres
que lo sujetaban, pues ya nada puede hacer, y llevándose las manos a
su abdomen intentando evitar el desparrame de sus propias tripas, cae
también de rodillas, recibiendo todo tipo de golpes con palos y
barras de hierro que terminan por dejarlo tirado en mitad de la
calle. Me giro de manera repentina, acojonado por unos ruidos detrás
de mí. Más personas se acercan corriendo en todas direcciones,
dispuestas a unirse al linchamiento. Pronto lo que hace un rato era
un solitario callejón silencioso se convierte en un mar de gritos
que rodean los cuerpos de los hermanos De Witt, bañados en sangre.
Me acerco un poco más, horrorizado, y observo cómo la multitud se
ha encargado de desnudar por completo a las víctimas de esta
salvajada. Haciendo uso de enormes cuchillos de carnicero, un par de
descerebrados se afanan en mutilar los dedos de las manos de Johan.
Cubro mi boca con mi mano, rezando por que el pobre hombre esté ya
muerto, aunque creo que no lo está del todo aún. A unos metros,
unos tipos atan una soga a los pies de Cornelio, y lo arrastran aún
con vida hacia una estructura de madera que no sé ni de dónde coño
ha salido, mientras las profundas heridas de su barriga dejan un
reguero de vísceras por el camino.
Me doy cuenta de las intenciones de la descontrolada muchedumbre cuando veo cómo se dedican a elevar el cuerpo de Cornelio, colgándolo boca abajo con la soga en esa estructura de madera que parece destinada a ser el escaparate de esta auténtica masacre. Me empujan tropezando conmigo y casi caigo al suelo, mareado por el grotesco espectáculo. Son otros tíos que de igual modo arrastran el cuerpo de Johan con una soga, para colgarlo también boca abajo al lado de su hermano. Con la destreza de un despiadado matarife, un fulano se encarga de abrir en canal ambos cuerpos, sacando sus corazones. Los gritos son ensordecedores, la peña está zumbada o yo no me lo explico. Tal es la locura que están experimentando estos malditos lunáticos que llego incluso a observar cómo algún puto perturbado se lleva a la boca alguna de las partes mutiladas de los cuerpos. Esto es demasiado. A duras penas logro salir del bullicio con el tiempo justo para inclinarme a echar la pota. Sin duda, tal atrocidad cargará de vergüenza a muchas generaciones.
Me doy cuenta de las intenciones de la descontrolada muchedumbre cuando veo cómo se dedican a elevar el cuerpo de Cornelio, colgándolo boca abajo con la soga en esa estructura de madera que parece destinada a ser el escaparate de esta auténtica masacre. Me empujan tropezando conmigo y casi caigo al suelo, mareado por el grotesco espectáculo. Son otros tíos que de igual modo arrastran el cuerpo de Johan con una soga, para colgarlo también boca abajo al lado de su hermano. Con la destreza de un despiadado matarife, un fulano se encarga de abrir en canal ambos cuerpos, sacando sus corazones. Los gritos son ensordecedores, la peña está zumbada o yo no me lo explico. Tal es la locura que están experimentando estos malditos lunáticos que llego incluso a observar cómo algún puto perturbado se lleva a la boca alguna de las partes mutiladas de los cuerpos. Esto es demasiado. A duras penas logro salir del bullicio con el tiempo justo para inclinarme a echar la pota. Sin duda, tal atrocidad cargará de vergüenza a muchas generaciones.
The Corpses Of The Brothers De Witt. Jan de Baen. Siglo XVII |
En este mismo año 2015, se ha estrenado la película The Admiral, o Michiel de Ruyter, basada en las campañas bélicas del almirante al servicio de Johan de Witt. Como no podía ser de otro modo, parece que el político aparece en la película, y su atroz final es mostrado en la misma, con una veracidad bastante sorprendente como muestran los decorados y esculturas que aquí se muestran.
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