Pocas
veces he visto un amanecer con tanta niebla como el de esta mañana.
Anoche, en el campamento de Sainte Menehould, ya muchos sospechaban
que las densas brumas nos acompañarían hoy, pues la noche era
fresca y oscura. Nosotros no veremos una mierda, pero tampoco lo hará
nuestro enemigo, el Duque de Brunswick, quien en estos momentos se
dirige a la aldea de Valmy comandando treinta y cuatro mil soldados.
El ejército prusiano empuja treinta y seis cañones y van de
sobrados. Sin embargo, desconocen que entre la niebla, la unión de
los ejércitos franceses del Norte y del Centro, mandados por el
ministro de exteriores, Charles François Dumouriez y el mariscal
François Christophe Kellermann respectivamente, suman más de
cincuenta mil hombres. A unas cien millas al este de París, hoy, 20
de septiembre de 1792, estoy colaborando en el transporte de uno de
los noventa y cuatro cañones que los franceses llevan.
-Sí,
se escribe así más o menos, con el rabillo ese -me dice un soldado
retorciendo su brazo para gesticular cuando le pregunto si he escrito
bien los nombres de sus líderes.
Mucho
François en Francia.
Bataille de Valmy. Mauzaisse. 1835 |
Durante
estos años, las más importantes potencias europeas se observan las
unas a las otras con minuciosa suspicacia. Francia es una de esas
poderosas potencias, que tras la Revolución Francesa de hace tres
años, ha estado dibujando sus fronteras arrebatando territorio a sus
vecinos por medio de hábiles victorias en unas batallas que han
destacado por la evolución de los armamentos y las técnicas
militares. El tablero de ajedrez que es Europa, finalmente terminó
por situar a Francia como enemigo común ante las otras dos potencias
principales del continente: Inglaterra y Prusia. Esto quedó plasmado
por escrito en la Declaración de Pillnitz, del verano del año
pasado, en la que participaron el emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico Leopoldo II y el rey prusiano Federico Guillermo II. Se
manifestaron en contra de la Francia revolucionaria y a favor del rey
Luis XVI, aunque hay quien piensa que realmente se posicionaron así
para poder sacar tajada de una Francia un tanto caótica. Aunque lo
cierto es que su expansión es un hecho. La hostilidad entre las
potencias finalmente provocó que el pasado 20 de abril Francia
declarase la guerra a Austria. Todo comenzó con buena pinta para los
aliados europeos, pues los ejércitos franceses, desorganizados tras
la revolución, no parecían muy preparados para iniciar una campaña
militar, desertando muchos soldados e incluso asesinando a los
generales.
Los
nobles de Francia exiliados continuaban alentando a los líderes
europeos a que respondieran a los preparativos franceses. Y fue
cuando el Duque de Brunswick dio a los revolucionarios franceses
justo lo que necesitaban para despertar y volverse a poner farrucos.
El pasado verano declaró que se encargaría de devolver al rey de
Francia todos sus poderes y mataría a todo aquel que osara oponerse.
A los pocos días el Palacio de las Tullerías, residencia en ese
momento del monarca francés, era asaltado por la muchedumbre
enfurecida.
Bajo
órdenes de Kellermann, ocupo mi posición en la ladera del monte
Yron, mientras otras tropas se dirigen al pueblo de Gizaucourt, más
al sur. Nuestro ejército no dispone de caballería, por lo que desde
que amaneciera, la estrategia de nuestros líderes se ha basado en el
diestro uso de la artillería, y ha tenido muy buen resultado. Los
cañones franceses han definido una cortina que los prusianos no
pueden atravesar. Nos separa más de un kilómetro de distancia, por
lo que me he pasado toda la mañana aquí parado sin nada más que
hacer que observar el intercambio de proyectiles, que apenas causa
bajas, aunque ahora parece que nuestros enemigos se deciden a
avanzar.
Le Duc de Chartres À Valmy. Firmin Féron. 1848 |
Es
mediodía. Los prusianos adelantan dos líneas mediante un
disciplinado movimiento que no busca otra cosa que aparentar una
organización militar profesional que pueda llevarnos a huir. En
otros enfrentamientos les ha dado resultado, pues nosotros tenemos
una nula educación militar y sabemos que en ese aspecto nos pulen.
Pero eso no sucede hoy. Hoy nadie se va de aquí. Busco entre las
filas al general Kellermann y veo cómo sonríe con desprecio
mientras espera a que los soldados enemigos lleguen hasta donde él
quiere. Tras escupir al suelo, su sable silba en su roce con la vaina
en el momento en el que con fuerza lo desenvaina para después
elevarlo a lo alto y apuntar con él a las filas prusianas.
-¡Viva
la nación! -grita con valentía justo antes de echar a correr en
dirección a la batalla.
Un
grito ensordecedor sale de entre la niebla. Todos los soldados
franceses se lanzan tras su líder y desvelan que no son ni mucho
menos cuatro gatos. Al otro lado del campo de batalla, el Duque de
Brunswick se queda boquiabierto al ver no sólo que encuentra una
resistencia que no se esperaba, sino que además supera a su ejército
en número. Ordena a sus soldados que se replieguen, consiguiendo que
lo hagan de manera ordenada.
Al
parecer la batalla no va a llegar a mucho más. Se dispararán de
nuevo los cañones y quizá técnicamente esto quede en empate, pero
sin lugar a dudas, moralmente los franceses saldrán victoriosos de
Valmy. Me giro y desciendo por un estrecho sendero mientras cae la
noche. Llego hasta las filas prusianas y en mi paseo me topo con un
grupo de soldados que escuchan atentamente lo que otro hombre les
dice. Me acerco e identifico al mismísimo Johann Wolfgang Von
Goethe. Alcanzo a escucharle una frase.
-Hoy
comienza una nueva era en la Historia del Mundo...
Aquí tenemos más información sobre el monumento que se construyó en honor a Kellermann.
Monumento a Kellermann. Valmy. Francia |
Aquí tenemos más información sobre el monumento que se construyó en honor a Kellermann.
Comentarios